Dos músicos locales construyeron un santuario llamado Casa Al-Fatiha para solicitantes de asilo LGBTQ.
Por Alexandra Arriaga
Este artículo, publicado originalmente en inglés por City Bureau, está disponible en español gracias al proyecto “Traduciendo las noticias de Chicago”, del Instituto de Noticias Sin Fines de Lucro (INN).
Esta nota es parte de nuestra serie Cómo Sana una Comunidad (How a Community Heals, en inglés).
Todos los sábados justo afuera de un bungaló en el barrio de Logan Square, las personas de la comunidad saben que pueden venir por artículos como leche, huevos, fruta y ropa. Algunos vecinos vienen preparados con sus carritos para llevar a casa una caja entera.
Esta distribución semanal de alimentos comenzó la primavera pasada cuando esta pequeña casa, llamada Casa Al-Fatiha, pasó de ser un hostal, un jardín, un espacio para artistas de diversos talentos, a convertirse en un santuario para solicitantes de asilo de la comunidad LGBTQ, quienes han sido liberados por inmigración tras haber sido detenidos. En este lugar ellos tienen dónde descansar y en quién confiar.
Antiguamente conocida como Earphoria, este lugar solía mantener una agenda repleta de actividades con micrófonos abiertos, juntas donde cada persona traía comida, además de espectáculos semanales. Cuando las reuniones en persona se volvieron imposibles, dos músicos decidieron transformar el legado artístico y musical del espacio en algo nuevo.
Al sentirse parte de una comunidad donde encajan y se sienten cómodos, en Casa Al-Fatiha los inmigrantes encuentran vivienda gratis y asimismo un gran apoyo donde pueden asimilar, descansar y sanarse de las experiencias vividas en los centros de detención de inmigración.
“No somos asistentes ni trabajadores sociales. Estamos aquí para ser compañeros, estamos aquí para ser una comunidad, estamos aquí para ser compañeros de vivienda”, dice Lyn Rye, una de las cofundadoras de Casa Al-Fatiha. “Aquí somos todos iguales y creo que eso es una verdadera ventaja de alguna manera”.
Encontrar vivienda es un obstáculo significativo para los solicitantes de asilo, quienes no pueden acceder a ayuda del gobierno y no se les permite trabajar por más de un año. La necesidad de vivienda, específicamente para los solicitantes de asilo que se identifican como LGBTQ en los Estados Unidos, es una necesidad que ha incrementado.
“La necesidad especial de vivienda para esta comunidad en particular es increíblemente grande y Casa Al-Fatiha está respondiendo a este llamado proporcionando alojamiento y comida... No puedo ser más enfático en señalar la urgencia que hay con este tipo de vivienda”, explicó Ryan Smith, de la Comunidad Interconfesional para Inmigrantes Detenidos (Interfaith Community for Detained Immigrants o ICDI), en un video de Instagram. ICDI se asocia con Casa Al-Fatiha para ofrecer mentoría y gestión de casos para aquellos que viven en la casa.
Uno de los solicitantes de asilo es Luis Martínez, un estudiante de periodismo en La Universidad Nacional Autónoma de Honduras y líder del Partido Libre. Después de haber estado en el Centro de Detención Otay Mesa en California, Martínez, un exiliado político, encontró un hogar esta primavera en la colorida casa llena de plantas y música.
Martínez, el primero de tres solicitantes de asilo que estuvieron en Casa Al-Fatiha, se marchó de su país después de ser amenazado como activista estudiantil por su periodismo y lucha contra el narcotráfico y asesinatos. “No podré regresar a mi país por el resto de mi vida”, dijo.
Cuando llegó a Casa Al-Fatiha, se llevó una grata sorpresa al ver que su cama estaba hecha y su habitación etiquetada con su nombre. La encontró acogedora y comunitaria. El joven recuerda que se sintió en casa al estar en la cocina compartida, donde preparó tapado hondureño con ingredientes comprados en un supermercado mexicano cerca de la casa. Una sala de estar color naranjo, llena de plantas y un piano, que mira hacia la calle, le da la bienvenida a los visitantes. Una bola de discoteca cuelga sobre una gran mesa de picnic de madera donde los residentes se reúnen para comer y charlar.
Esa sensación de bienvenida es fundamental para esta casa. “Al-Fatiha significa ‘la apertura’ en árabe, y es el primer capítulo del Corán, y es también la oración del Señor en el islam”, dice Rye, quien es musulmana y se mudó a la casa mientras Casa Al-Fatiha pasaba por su transición. “Lo dices cinco veces al día, es el nombre de una oración y también la palabra para abrir. Este espacio es una forma de acompañamiento, la apertura que sentimos, por eso lo llamamos Casa Al-Fatiha”.
Rye dice que tuvieron la idea de crear un espacio santuario por su trabajo en Masjid Al-Rabia, un centro comunitario islámico que acoge a la comunidad LGBTQ, dirigido por personas BIPOC (sigla que significa Personas de color, indígenas y de raza negra) cuya labor se centra en entregar apoyo espiritual a musulmanes marginados. “Gran parte de mi rol ahí era facilitar el espacio como santuario y cederlo a las personas marginadas”, dice Rye. Luego se sugirió crear ese mismo sentido de comunidad en Earphoria para los solicitantes de asilo LGBTQ.
Casa Al-Fatiha está trabajando con diferentes grupos que abogan por los inmigrantes y refugiados, tales como ICDI y Comunidades Organizadas Contra las Deportaciones, para conectar a los solicitantes de asilo con un patrocinador y un lugar para quedarse.
“De esa manera podemos asegurarnos de que las personas que llegan aquí tengan los recursos y el espacio que necesitan”, dice Mah Nu, músico, residente y cofundador. “Mi prioridad es asegurarme de que haya un espacio cómodo, propicio y digno de la gente que va a estar aquí”.
Nu asegura que cada recién llegado tenga una habitación preparada especialmente para ellos. Hay una invitación abierta para unirse a la cocina, la jardinería y sentarse en una mesa grande con otros. Cualquier persona puede cuidar, cosechar y compartir en el espacio comunitario de la forma que quiera participar.
Hace alusión al nombre de la casa, dice Rye. “Como la ‘apertura’, es como un espacio vacío, una forma de acompañamiento... Es una habitación que estamos protegiendo para otra persona. [A veces me siento] en la sala de estar o en la cocina con una silla vacía, si alguien necesita venir a hablar, hay una apertura”.
Aunque Martínez se mudó a California, el sigue abogando en contra de la detención de inmigrantes en Honduras y se mantiene conectado con las personas que conoció en Casa Al-Fatiha. Dice que se sentía como en casa allí. Encontró que tuvo mucho en común con los residentes sobre asuntos políticos y el desarrollo de coaliciones, hasta incluso se unió a una protesta afuera de la oficina de Spotify en Chicago para apoyar a la delegación del Sindicado de Músicos y Trabajadores Aliados de la misma ciudad, quienes se sienten explotados por la plataforma Spotify.
Desde que Martínez se fue de la casa, nuevos solicitantes de asilo y una persona LGBTQ, que había estado encarcelada, están empezando a encontrar un hogar allí. Actualmente, hay tres habitaciones disponibles y los organizadores planean ofrecer más viviendas en el futuro.
Una mexicana recién llegada se ha quedado allí y ya se siente a gusto. Ella les dijo que la casa “no se siente como algo nuevo, sino que como un hogar del cual ha estado lejos durante mucho tiempo”.
Casa Al-Fatiha está recaudando fondos en Patreon y acepta donaciones en Cash App en $casaalfatiha para ayudar a financiar el alquiler donde son acogidos los solicitantes de asilo LGBTQ y personas liberadas de detención.
Traducido por Marcela Cartagena
Alexandra Arriaga (ella) es una reportera independiente en Chicago, que a menudo informa sobre historias centradas en las comunidades de inmigrantes de la ciudad. Recientemente, fue residente de informes de la Oficina de la Ciudad, donde cubrió cómo los inmigrantes participan cívicamente.
Esta historia está disponible para volver a publicar bajo una licencia Creative Commons. Lea las pautas de la Oficina de la Ciudad aquí.
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